viernes, noviembre 03, 2006


Esta soy yo en la fila del Palacio de los deportes el pasado 31 de octubre, día memorable, imborrable, y de satisfacción total. La foto es cortesía de Karenushka... ¡la reina de la cámara y fotógrafa oficial del concierto!

Vayan por un cafecito… y si gustan éntrenle a la reseña que les comparto.

La noche del 30 de octubre no dormí muy bien. Tuve pesadillas sobre el concierto. Resulta que en mi sueño no llevaba yo ni un quinto para ningún méndigo recuerdito. Conseguía que mi mamá me prestara 150 pesos y pensaba que por lo menos tendría para una camiseta. Lo malo es que además de todo, ya íbamos tarde… ¡era de noche!

Total que la mañana del martes estaba muy cansada, pero con el entusiasmo y la cosquilla de un día inolvidable por delante, por vivir un momento intensamente anhelado, por observar cómo era el día que tanto había estado soñando desde que salió a la venta Meds.

Desayuné lo más completamente posible. Traté de tomar las mayores fuerzas que la comida pudiera darme para que el día se fuera así más ligero.

A las nueve de la mañana estaba aterrizando en la fila del Palacio de los Deportes, ubicada en la puerta 9.

Ya por medio de mensajillos de celular sabía que Karenushka había llegado y que no la habían dejado pasar porque no traía boleto ya que yo lo tenía conmigo. Lamenté no haber llegado más temprano para pasar al famoso gallinero (unas rejas que encerraban a los que habían llegado más temprano, habían pasado la noche, le dieron una lana al de seguridad y le hicieron la llorona). [Esos afortunados que entraron minutos antes que nosotros “la segunda tanda”].

Cuando llegué sólo quería correr para llegar algunos segundos antes. Alcancé a ver a Karenushka quien me tranquilizó y me alentó para que ya no corriera porque de cualquier forma ya no entrábamos al gallinero.

Me dio mucho gusto ver en persona a la Special_Kare, quien ya era mi hermana de sangre Placeba. Con quien compartí parte de la emoción previa al concierto y toda la preparación mental y física para el evento. La cual no fue excelente pero sí suficiente para no volverme loca.

Comenzamos a hacer migas con las dos únicas personas que estaban antes que nosotros en esa fila (Karen y Jesús -se les unió Adriana más tarde-). Platicamos de lo más alivianados, nos apoyamos para buscar ocasionalmente la sombra, me pintaron las uñas de negro para pasar el rato y ponerme alegre. Echamos desmadrito chido, leve. Nos tatemamos en el Sol que da gusto. Mi color rosa se volvió poco a poco rojo intenso. No llevaba protección ya que en mi alucine pensé que lo que tendría sería frío y no calor. Hoy, viernes, todavía estoy quemada…

Eric me estuvo mandando mensajes por el cel preparando la sorpresa de caerme en la fila lo más temprano que le fue posible y pues me acompañó en casi todo el trayecto, espera y azote.

Temprano, como a las 11 de la mañana comí lo último que permití que entrara a mi cuerpo antes del MAGNO EVENTO, me deleité con una súper hojaldra de champiñones con queso que mi mamá como la niña en la que me había convertido, me dio cual si fuera mi lunch pa’ la escuela, la acompañé con una naranjada y con uno que otro trago de Coca Cola… para darme valor (el valor que se necesita para estar entre tanta gente que te apretuja en las primeras filas de una admisión general).

Las horas pasaban y no se veía gran movimiento. Lo más emocionante fue que como a la una comenzaron a sonar los Placebos dentro del Palacio. Eric me decía “ahí están” y yo “no, cómo crees que van a ser ellos”… “¡ah, no pos sí son! ¡aaaah!” El chequeo de sonido estaba en pleno y nosotros alcanzábamos a disfrutar de los acordes de sus rolas desde horas antes del concierto. Tocaron dos veces Drag ¡qué mejor que Drag para ir calentando motores. ¡¡¡Me estaba sobreexcitando a ocho horas de la hora de la verdad!!!

Durante la mañana los monitos de seguridad se acercaban a decir que no permitirían que nadie se metiera en la fila… que estábamos advertidos que nadie iba a pasar… que ellos eran hijos de Superman y que no sé qué más mamarrachadas. En algún momento, cuando amenazaban con movernos para organizar la entrada al Palacio uno de los de seguridad comienza a gritar bien loco que ya estábamos advertidos y que nadie iba a entrar por culpa de los que se metieron, uno de esos cuates me ve directo a los ojos y me dice… ¡tú vas a ayudarnos a identificar a los que se metieron! Yo pensaba… “¡chale! ¿que yo quéeee?” (¿me habrán visto cara de honesta o de delatora o de mamá de los chamacos?), pero pensándolo bien, era mejor que yo pudiera decir quién se había metido, porque podía decir que Eric había llegado desde temprano conmigo. Ñaca, ñaca. Total que cuatro de los que estaban haciendo mosca por allá donde estábamos nosotros decidieron por su propio pie irse a formar donde correspondía y eso nos alivianó el ambiente… fui muy macha a decir que ya habíamos quitado a los que estaban de más y que ya no dependía de nosotros que no nos permitieran el acceso.

En algún momento de la tarde nos fueron dividiendo, muuuy injustamente, por tandas… los del gallinero por un lado, los de afuera del gallinero por otro y por partes. Lo cual hacía que gente que había llegado muchas horas después pudiera tener un lugar tan bueno (o mejor) como el de uno que llegó desde las 8 de la mañana. Y la neta es que ¡esas son ma-ma-das!

Cuando dieron las seis de la tarde comenzamos a entrar al Palacio. El momento por el que habíamos estado esperando, ¡llegó! Por fin sabríamos qué tan cerca de la banda estaríamos. Nos decían que no corriéramos y la neta es que como tengo mucho respeto por la autoridad y las reglas, no corrí lo que yo hubiera querido, Eric y yo íbamos de la mano caminando lo más rápido que nos era posible hacerlo.

Cuando llegamos a la pista buscamos el mejor lugar posible. Del lado derecho (viendo de frente al escenario) y lo más pegados a la valla una persona a la izquierda y dos enfrente nos separaban de la misma. Me ubiqué a seis pasos de donde estaría el mismísimo Brian Molko en carne, hueso y energía. No me la creía que fuera a estar viéndolo tan cerca, que fuera a estar cantándonos desde esa distancia. No creí mi suerte hasta que la vi y decidí no moverme el tiempo que mi cuerpo resistiera.

Más de dos horas de apretujones, de estar de puntas, con equilibrio precario, de no poder respirar gran cosa, de soportar partes del cuerpo de otras personas casi incrustadas en el mío y saber que las mías estaban cerca de las de alguien más. Para mi fortuna, casi toda yo estaba incrustada en Eric, así que no había fijón.

A las ocho de la noche, aproximadamente, salió un DJ que según muy acá, muy mamucón. Abrió su “programación” con Hot, hot, hot de The Cure y pensé que estaría rico esperar a Placebo así, pero después ya música debrayó en cosas que la neta nomás no, con excepciones muy contadas.

Lo fantástico del DJ fue que salió a las ocho, lo cual daba la oportunidad a que Placebo saliera en punto de las ocho y media como decía el boleto. A las ocho y media más o menos se fue el mentado monito y la tensión se volcó en la espera de lo inminentemente cercano e irreversible que era la salida de Placebo al escenario y más cuando los instrumentos estaban siendo probados y la batería era descubierta (ese momento fue sencillamente rotundo).

Para ese punto… yo ya no creía nada… entre el aire que me faltaba y que luchaba por obtener y la excitación acumulada por meses, todo comenzó a parecer un sueño… me sentía flotar y los colores los apreciaba más intensos. Veía cómo el escenario estaba dispuesto de gran forma… cómo se ordenaban sobre él una serie enorme de guitarras de todos tipos y colores, cómo la negra batería se veía enorme y los micrófonos tan brillantes como mis ojos al ver el espacio donde Placebo estaría interpretando su música… mí música, mi alma.

Casi a las nueve o a las nueve… se siente el momento más estrepitoso de la noche, el momento en que Placebo sale al escenario. Mientras sonaban las notas de Infra-Red recibimos al trío y sus secuaces. Primero Steve, quien se veía relajado, alegre y satisfecho, después Stefan quien se veía muy alegre y dispuesto a gozar de sí mismo sobre el escenario y finalmente ¡¡¡MOLKO!!! quien se veía con toda la disposición a entregarse como pocas veces lo había visto en imágenes de la Gira Meds.

Brian comenzó a cantar con mucha potencia… ¡¡¡¡¡con energía vitalizante, vigorizante, excitante…!!!!! Jamás podré borrar esta magnífica sensación que provocó escuchar There’s gonna be an accident… I’m coming up on Infra-red… al mismo tiempo que sentir la profunda y materializada mirada de Molko sobre la parte del público en la que yo estaba. Ahí no supe de mí, durante la interpretación de Infra-red viajé al mismísimo centro del placer y del gozo. No imaginé la vida que inyectaría Molko por medio de sus ojos y su voz a mi pequeño cuerpo ardiente de deseo Molkiano.

Para la segunda canción reconocí que el escenario tal como estaba, los Placebos justo como aparecían, que la luz tal cual la percibía… ya la había soñado. Reconocí todo de un sueño cercano y me puse a flotar sobre una superficie más densa y cálida.

En las canciones siguientes, que fueron todas de Meds (Because I want you, Meds, Space Monkey, Drag) yo ya luchaba por mi bienestar. Deseaba continuar cerca de Molko pero la búsqueda de libertad de movimiento y aire fresco me fueron impulsando a buscar la salida. Eric hizo lo más posible por hacer que el momento fuera disfrutable y me ayudaba a luchar en contra de las adolescentes “jariosas” que tenía a mi lado.

El momento de Space Monkey fue otro de esos que mis ojos mantendrán vivos de aquí al día de mi muerte. Fue el momento en que sentí a Molko más cercano a mí, mero enfrente, juguetón con su altavoz, divertido ante la audiencia. Con esos ojos profundos que mueven pasiones, montañas y poros abiertos y sensibles.

Llegó el momento en que tocaron Soulmates y yo no lo podía creer. Ahí decidí salirme del lugar en el que nos encontrábamos y buscar otra forma de disfrute del concierto. La versión de Soulmates fue deliciosa, la sentí incluso en el paladar, en mi lengua y se me metía entre los dientes. Tragué ricas sensaciones gracias a la rola y solicité a Eric me ayudara a llamar a los monitos de seguridad para que me sacaran por el único lugar posible, por arriba de la gente. Logré salir del tumulto con Brian cantando ¡¡¡I know!!! en una versión madura y sencillamente hermosa, eléctrica. Mientras la escuchaba me encaminaba al agua que por fin tomaría después de no sé cuánto tiempo, un agua racionada ya que “¡sólo tenemos un garrafón!”

Eric me alcanzó y nos fuimos a disfrutar otra perspectiva del momento, más relax, a mitad de la pista, con aire fresco, unas cocas y muuucho espacio para brincar, bailar y cantar de lo lindo, con la energía que el tumulto ya no me quitaba. Para esa etapa del disfrute llegaron canciones que hicieron vibrar mis entrañas, mi cerebro, ¡¡¡mis venas!!! Entré en shock con la versión que nos regalaron de Every you every me, la vibré de una forma que hasta a mí me sorprendió. Lo que no me sorprendió es cómo reaccionó mi cuerpo y alma con Bionic, la canción que pensé que podrían tocar y que sabía que si la tocaban volaría por sobre los otros 20,000 asistentes al concierto. Así fue. Toqué el cielo… ese simple y sencillo “solo de guitarra” (por decirle de alguna forma) pudo impulsarme por sobre todo y sobre todos. ¡¡¡Pinche Molko!!! ¡Cuánto es posible sentir gracias a su voz! Nuevamente una canción de su primer disco, pero cun una madurez que hizo de la canción algo nuevo y mágico. Tal vez el momento cumbre fue cuando tocaron One of a kind. Molko estaba fascinado haciendo caras, divertido realizando movimientos de acuerdo con la letra de la canción. On top of the world you get NADA... done... Ver esa entrega me hizo llorar de placer… llorar de alegría… brincar del encabronante agradecimiento que sentía porque se me permitiera gozar de este momento de felicidad plena. Blind estuvo ahí para estremecer mis músculos y alebrestar mis reflejos y mis emociones.

Cerraron con The bitter end antes del breve encore que nos obsequiaron con joyas como Running up that hill y Taste in men en las mejores versiones que les he escuchado. Las notas finales de la magistral versión de Twenty years nos dijeron hasta pronto y nos invitaron a seguir amando la música de Placebo.

Quise tomar nota de la set list tal cual la presentaron en nuestro escenario, pero entre la multitud, la emoción y todo lo demás… no logré hacerlo… después ya no me importó.

El público y la banda se entregaron por igual y eso valió la pena de ser visto y vivido. El concierto fue vitalizante y luminoso, ardiente y sincero.

Terminé agotada, adolorida, quemada, acalambrada, muda… satisfecha

Me había prometido disfrutar al máximo este concierto y me lo cumplí con creces, yo misma me dí más de lo que pensé… La expansión de mi alma no termina… no sé a dónde me lleve y no pretendo detener todo esto que me pasa… me siento plena… enamorada… lo mejor de todo es que también siento todo el amor que viene hacia mí y me hace sentir todavía más felicidad.

Seguro que hay más… mucho más que pueda expresar, pero por hoy… hasta aquí llegué… ¡qué retequechido es recordar todo esto!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Marianita:
No se ni que decirte. Las palabras se quedan cortas ante la maravillosa reseña que haces. El poder leerte y de esa forma sentir todo lo que te pasó en el concierto.... GUAU!!!
Estoy feliz, feliz por ti. Por que sé lo que significó para ti estar en ese momento, en ese lugar, cerca de lo que quires y vibrándolo al máximo.
Gracias Mariana, por compartir todo eso, gracias por dejarnos ser parte de ti a tavés de esto que te gusta tanto.
Gracias por dejarnos enamorarnos de Placebo.
Te quiero mucho, besos